lunes, 30 de agosto de 2010

El mundo en Retratos...

El eco de los escalones estaba ausente. Todo estaba en calma y aunque la mezcla de colores y formas decoraban el lugar, esa mañana se acompañaba del silencio. Nada nuevo. Tan sólo un sábado más cansado de esperar y con sed de un poco de vida. El reloj marcaba los segundos y uno de sus desiguales brazos apuntaba hacia el azulado cielo y la otra le ganaba por un cuarto de fracción.Quién diría que esa absurda carrera, al término de una hora concluiría en empate en la misma muñeca del portero.

Fue entonces que ocurrió lo esperado y pequeñas risas invadieron el lugar. Dos curiosos pares de ojos revoloteando por la entrada de la primera sala del museo. Mientras tanto, su madre, una mujer rubia de complexión delgada y ojos escarlata, se daba a la tarea de llenar con tinta negra el hueco asignado en el libro de registro. El portero miró la hoja y por miedo a errar al emitir alguna palabra con mala pronunciación, respondió con una mueca y un movimiento de brazo indicando ¡Bienvenidos!. Por supuesto ella al instante comprendió.

Al entrar por la angosta puerta, su mirada divagó. Impresionantes cuadros decoraban el blanco sin mancha que portaba el lugar. Con una mirada vislumbró desde manzanas cuadradas hasta el colorido arte abstracto que le recordó el aroma de aquél viejo amor de verano. Sus pies fueron avanzando lentamente por soberana convicción sobre la duela, mientras su mente viajaba. En sus pequeños y redondos lentes de cristal se reflejaba el dolor de un Cristo agobiado por el smog y después se vio asombrada por una escultura color bronce de un hombre postrado de pasión. De pronto, se siento parte del mundo.

¡¡Crack!! – escuchó el crujido de la madera en las escaleras. Ante el sonido la mujer regresó a la tierra. Volteó por instinto a su alrededor y sorprendida por la ausencia de sus pequeños imaginó que los inquietos pasos eran producto de su linaje. Entonces se dirigió hacia las escaleras, pero no sin por lo menos ojear cada uno de los cuadros y fotografiar uno que otro pedazo de color. Sujetándose fuertemente con uno de sus blancos brazos subió por las escaleras, topándose con dos guardias sentados que ni le prestaron atención.
De pronto, se vio envuelta por dos reconocidas risas, que desde hace algunos años era su motor en la vida. El sonido encaminó sus pasos y tras haber recorrido medio piso de emociones finalmente los encontró. Ahí estaban, jugando y admirando, riendo y disfrutando. La tranquilidad armonizó la sala y las paredes deslumbraban. Parecía que la luz que se filtraba por las armoniosas ventanas y bailaba al compás de sus cabellos. Eso la enamoró. Se acercó y les llamó con su nato acento francés.

Recorrieron uno a uno aquellos retratos de extraños. Mezclando la rica simbiosis del arte y la interpretación. Las palabras de sus bocas ignoraban la distinción de lenguajes, pues su madre les leía los títulos comenzando las frases en español y las terminaba con algunas palabras francesas. Los niños clavaban atentos sus pupilas en los retratos y sus bocas en ocasiones dibujaban una “O” por la loca imaginación del artista.

Entre risas y arte, el sonido guió a los pequeños a un rincón de la ventana. Sus cortos dedos se plasmaron en el vidrio y decidieron que el señor de los globos sería su nuevo anfitrión. Sin más preámbulos, condujeron con pequeños tirones a su madre hasta la salida. Fue así como se despidieron del museo y sin haberse dado cuenta, ese día el arte con ellos revivió.

3 comentarios:

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  2. Ese día puede ser hoy, ese instante puede nunca acabarse, esa mirada puede estar siempre recargada de recuerdos e ilusiones, esa vida podría ser tuya..
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    un retrato sería como enlazar íntimamente tu mirada con el que te mira del otro lado de la toma, el fotógrafo sólo está de por medio.. quién es realmente el que observa a quién? el retratado a ti, o tu al retratado?.. delicada línea de límites mentales, celestial conexión de historias y sensaciones..

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